Desde el primer instante en que las luces se apagan y las siete actrices entran en escena, «Juana de Arco» se presenta no solo como una obra de teatro, sino como un despliegue épico que sacude el alma. Marta Pazos nos ofrece una versión magistral del mito de Juana de Arco, y lo hace de manera tan audaz que transforma un relato histórico en una experiencia mística y absolutamente contemporánea.
Una heroína entre la gloria y la tragedia
El relato de la doncella de Orleans ha sido contado incontables veces, pero la reinterpretación de Pazos va más allá de la narrativa convencional. Aquí, la figura de Juana, interpretada en diferentes momentos por siete talentosas actrices, no es solo una mártir, sino un símbolo vivo de la lucha espiritual y terrenal. El texto de Sergio Martínez Vila nos enfrenta con una Juana de Arco poderosa, desafiante, una «llama de amor viva» en tiempos de oscuridad, que no solo se rebela contra los ingleses, sino contra los límites de la condición humana misma.
Un elenco que llena el vacío
Con un escenario aparentemente desnudo, lo que realmente brilla es la presencia escénica de Georgina Amorós, Katalin Arana, Macarena García, Lucía Juárez, Bea de Paz, Ana Polvorosa y Joana Vilapuig. Cada una de ellas se apropia de la figura de Juana de Arco de maneras únicas, y el resultado es una obra profundamente coral. No hay un solo momento en que el público pueda apartar la vista, ya que estas siete mujeres llenan el escenario con fuerza, vulnerabilidad y convicción.
Las transiciones entre escenas son fluidas y casi coreografiadas con precisión gracias al trabajo espectacular de Belén Martí Lluch, cuya coreografía parece un reflejo del conflicto interno de Juana. La música original de Hugo Torres y el impresionante diseño de iluminación de Nuno Meira crean un ambiente inmersivo donde la luz y el sonido se convierten en personajes en sí mismos. La obra hace un uso deslumbrante de la luz estroboscópica, que, lejos de ser un recurso técnico, intensifica la sensación de revelación divina que persigue a Juana.
Una inmersión poética y visual
Max Glaenzel, en su diseño de espacio escénico, elige sabiamente dejar que el vacío hable. Los espacios, casi abstractos, se llenan de significado con cada movimiento, cada palabra. Y es que esta obra no solo es un relato histórico, sino una propuesta profundamente sensorial, donde la poesía de los diálogos y la belleza de la puesta en escena nos transportan a una dimensión más allá de lo físico.
El vestuario diseñado por Leandro Cano es una obra de arte en sí mismo, fusionando elementos contemporáneos y medievales que encapsulan la dualidad de Juana: una mujer del pasado que desafía el presente.
Una obra que conmueve y descoloca
«Juana de Arco» en Nave 10 Matadero no es una obra de teatro común. Es un espectáculo que te conmueve, te descoloca y te invita a reflexionar sobre la valentía, la espiritualidad y el precio de enfrentarse al poder establecido. El impecable trabajo de dirección de Marta Pazos es una invitación a reescribir la historia desde el presente, a desafiar la visión oficial y a redescubrir a Juana de Arco como una figura vibrante, que sigue inspirando en tiempos de incertidumbre.
Este montaje, con su exquisito texto, un elenco brillante y una puesta en escena sublime, es sin duda una de las propuestas teatrales más impactantes de la temporada. Es una obra que toca lo más profundo del espectador y lo deja preguntándose sobre el verdadero poder de la fe, el sacrificio y la resistencia.
No se trata solo de una historia del pasado, sino de una llamada urgente a la reflexión sobre el presente.
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Veredicto final: Una obra imprescindible.
Juana de Arco ha renacido en Nave 10 Matadero, y lo ha hecho con una luz desafiante que no se puede ignorar. Una obra que deja huella, que desafía los sentidos y que, sin lugar a dudas, estará en la memoria de todos aquellos que la presencien. ¡No te la pierdas!