Àlex Lora sobre La Gran Obra

La gran obra de Àlex Lora, en esta entrevista director de
La Gran Obra , reflexiona sobre el éxito internacional de su cortometraje, recientemente nominado a los Premios Forqué. Con un poderoso mensaje sobre la lucha de clases, el capitalismo y las desigualdades sociales, Àlex nos habla de su proceso creativo, su conexión con los temas de la película y cómo su mentora Chantal Akerman influyó en su enfoque cinematográfico. Además, comparte su visión sobre el poder del cine como herramienta de cambio proyectos y nos adelanta detalles sobre sus próximos.

“El recorrido internacional de
La Gran Obra reafirma la fuerza del cortometraje español”

Nerea FerGom: La Gran Obra ha tenido un recorrido increíble por festivales internacionales y
ha ganado importantes premios, incluido el Gran Premio del Jurado en
Sundance. ¿Qué significa para usted este reconocimiento y cómo ha sido la
experiencia de compartir la película con una audiencia global?

Álex Lora: Ha sido una experiencia muy gratificante. El galardón no solo valida el trabajo y la
dedicación del equipo, sino que también destaca la capacidad del cortometraje
español para resonar en audiencias internacionales. La respuesta positiva me ha
demostrado que los temas abordados son universales y encuentran eco en
diferentes culturas. A nivel personal, pues ver que el trabajo con los actores, la
apuesta formal y de dirección ha sido valorada, así como el trabajo en la adaptación
de un guión que ya estaba escrito, pero a mi manera de hacer, junto con el
planteamiento del montaje, la elección del tono y las ideas que lancé con la música,
me dan mucha confianza para seguir dirigiendo. Más allá de eso, el recorrido
internacional me ha reafirmado la importancia de contar historias que, aunque se
enmarquen en contextos locales, posean una relevancia global. Por último, creo que
este reconocimiento impulsa la visibilidad del cortometraje español en el panorama
cinematográfico mundial, abriendo puertas para futuras producciones y
colaboraciones.

“El cortometraje invita al público a confrontar sus prejuicios y reflexionar sobre las desigualdades”

NF:La historia de La Gran Obra trata sobre el encuentro entre dos mundos: una
pareja adinerada y dos chatarreros. ¿Qué le inspiró a crear esta historia y qué
mensaje quiso transmitir con este enfrentamiento de clases?

ÁL:La idea no es mía; pertenece al productor Lluís Quílez. Desconozco cuál fue su
inspiración o qué lo llevó a escribirla. Lo que yo encuentro en el guion, coescrito con
Alfonso Amador, es una partida de ajedrez entre fichas blancas y negras, que
traslado al espectador para que suceda en su cabeza, a través de sus propios
prejuicios. Para ello, intento llevar la historia a un terreno donde me siento cómodo,
mezclando un tono de incertidumbre con algunas dosis de humor, como ya había
hecho en otros trabajos como Enterrados, Odysseus’ Gambit, Only Solomon Lee,
o El Cuarto Reino. Para generar un clima de tensión, en lugar del sonido del reloj
Fischer, utilizo unos tambores que me presta mi amigo Idem, quien ya había
compuesto la banda sonora del largometraje que escribí, We Are Living Things.
Namina lo complementa con disonancias y mordiscos de cuerdas que intensifican
un ambiente ya de por sí extraño. Creo que todos estos elementos enriquecen la
narrativa y están en sintonía con el tema central del corto. Luego, como persona con
una discapacidad, pues para mí el corto aborda temas que me tocan de primera
mano, como la manipulación y el abuso hacia las minorías. Desde el punto de
partida, ser diferente nos convierte, a menudo, en sospechosos. Muchas veces no
se confía en nosotros o se nos intenta «ayudar,» cuando en realidad mucha gente lo
hace para sentirse bien consigo misma. Con todos estos elementos, creo que el
corto busca que el espectador confronte sus propios prejuicios y reflexione sobre las
estructuras de poder que perpetúan estas desigualdades. Para mí, es una invitación

a la empatía y a cuestionar nuestro rol dentro de este sistema, destacando que el
cambio solo es posible si reconocemos la dignidad y el valor de cada ser humano,
sin importar su posición social. Sin embargo, el mensaje puede ir más allá del
conflicto de clases. Hay personas que se creen superiores a otras incluso dentro de
nuestros propios círculos, lo que también refleja las dinámicas de poder y las
jerarquías sociales que llevamos interiorizadas.

NF: La película plantea temas muy profundos como la lucha de clases, el
capitalismo y el poder. ¿Por qué cree que estos temas son tan importantes
hoy en día y cómo los abordo a través de la narrativa?

Creo que son especialmente relevantes porque seguimos viviendo en un mundo
profundamente marcado por las desigualdades económicas y sociales. El
capitalismo, aunque ha impulsado el progreso en muchos aspectos, también ha
acentuado las brechas entre ricos y pobres, creando sistemas que perpetúan la
exclusión y la falta de oportunidades. La inmigración, el racismo y la lucha de clases
no es algo del pasado; es una realidad constante, aunque a veces se manifieste de
forma normalizada. Creo que es importante hablar de estas dinámicas porque si no
lo hacemos corremos el riesgo de aceptarlas como inevitables. En el corto pues
estos temas se abordan a través de la confrontación de dos mundos opuestos. El
contraste permite explorar cómo las diferencias de clase no solo generan tensiones,
sino que también influyen en las percepciones que cada grupo tiene del otro. A
través de la puesta en escena, intenté crear un espejo para el espectador, para que
se cuestione sus propios prejuicios y reflexione sobre cómo estas dinámicas de
poder se reproducen en su entorno. No creo que la historia busque dar respuestas
definitivas, sino invitar al público a pensar en el impacto del poder y el privilegio en
nuestras relaciones y decisiones. En lugar de presentar un mensaje didáctico, la
narrativa se mueve en un terreno de ambigüedad moral, donde las acciones de los
personajes revelan las complejidades de estas desigualdades. Creo que este
enfoque permite que el espectador se involucre en la historia, confrontando su
propia visión del mundo y reflexionando sobre su papel dentro de estas estructuras
de poder.

“Volver a los básicos es un homenaje a la honestidad en el cine”

NF: En el proceso creativo, mencionaste volver a “los básicos” en honor a su
mentora, Chantal Akerman. ¿Qué significa esto para usted y cómo influyó en
el estilo o enfoque de La Gran Obra?

ÁL: Volver a «los básicos» es una idea que para mí significa regresar a las raíces del
cine, a una forma más pura y esencial de contar historias. Esto lo aprendí de mi
mentora, Chantal Akerman, quien siempre enfatizaba la importancia de la
honestidad en la narrativa y la economía en los recursos. Su enfoque me enseñó
que, a veces, lo más poderoso es lo más simple: confiar en el poder de una imagen,
en la fuerza de un silencio, o en la profundidad de un momento que permite al
espectador ser parte activa de la experiencia. En el corto, este regreso a los básicos
se refleja en un estilo visual y narrativo que busca la contención. Decidí centrarme
en los detalles: los gestos, los espacios, y las tensiones invisibles entre los
personajes. Nos alejamos de los artificios y nos concentramos en capturar la

esencia de los conflictos y las emociones que atraviesan la historia. Esto no solo
influenció cómo rodé las escenas, con un ritmo más pausado y observacional, sino
también cómo construí el tono de la película, mezclando incertidumbre y humor con
un trasfondo de tensión constante. Mi homenaje a Akerman también se manifiesta
en la importancia que le doy a los silencios y a los vacíos. Para mí son momentos
clave para permitir que el espectador reflexione y se conecte con la historia de una
manera más íntima. Como digo, volver a «los básicos» es un homenaje a la
honestidad que Akerman siempre defendió. Es un recordatorio de que, en el cine,
menos puede ser más.

NF: La Gran Obra ha sido descrita como un corto que «deja clavado en la butaca».
¿Cómo trabajo con el elenco, incluyendo actores como Daniel Grao y Melina
Matthews, para lograr esa intensidad en las interpretaciones?

ÁL: Para alcanzar esa intensidad la generosidad de todos los actores fue clave. Desde
el primer día, Daniel Grao, Melina Matthews, Babou Cham, Adam Nourou, Guido y
Carolina demostraron una entrega absoluta. Aunque no teníamos mucho tiempo
para ensayar, sí que quiero destacar que no solo se comprometieron con las
emociones que requería cada escena, sino que también mostraron una disposición
increíble para explorar nuevas posibilidades, probar diferentes enfoques y aportar
ideas al proceso creativo. Como son grandísimos actores, pues fomenté también la
improvisación controlada en ciertas escenas, permitiendo que aportaran su propia
perspectiva y enriquecieran el guion con sus aportes. Esta libertad creativa
contribuyó a que las actuaciones fueran más orgánicas. Otro aspecto que
trabajamos fueron las tomas silentes, donde sacrificamos el diálogo para permitir
que los actores se expresaran únicamente a través de sus gestos, miradas y
movimientos. Este ejercicio les ofreció la libertad de conectar con sus personajes
desde un lugar más intuitivo y emocional, dejando que el silencio hablara por ellos.
Estas tomas también contribuyeron a encontrar un tempo distinto, permitiendo que
las emociones fluyeran de manera más orgánica y dándole al espectador el espacio
para interpretar lo que ocurre internamente en cada personaje. Todo este material
resultó de mucha ayuda durante el montaje, ya que hay momentos que las tomas
aportan texturas únicas, ayudando a enriquecer el ritmo narrativo y a enfatizar
tensiones sin recurrir a explicaciones verbales. También pudimos prescindir de
algunas partes que estaban sobrescritas. La verdad es que es un lujo contar con
actores que no solo entienden sus personajes, sino que están dispuestos a ir más
allá, explorando los matices en cada escena.

la gran obra

“La generosidad del elenco fue clave para alcanzar la intensidad de las interpretaciones”

NF: La Gran Obra explora el poder y las desigualdades en la sociedad. ¿Cree que
el cine es una herramienta eficaz para cuestionar y reflexionar sobre estos
temas?

ÁL: Creo que el cine es una herramienta poderosa para cuestionar y reflexionar sobre
cualquier tema. A través de las historias nos permite acercarnos y reflexionar sobre
realidades que, de otro modo, podríamos ignorar. Creo que tiene la capacidad de
despertar empatía, generar diálogo y, en algunos casos, quizás incluso impulsar

cambios sociales. Además creo que tiene el don de ser universal. Una película
puede atravesar fronteras culturales y geográficas, conectando con audiencias muy
diversas. Y luego pues también tiene esa maravillosa magia de que el impacto no
depende solo de lo que se cuenta, sino de cómo se cuenta. Si logramos que una
historia emocione, intrigue o incluso incomode, es más probable que deje una
impresión duradera en el espectador. Y ahí es donde creo que el cine se convierte
en algo más que entretenimiento: en un catalizador para la introspección y, tal vez,
para el cambio.

“El cine tiene el poder de ser un catalizador para la introspección y el cambio”

NF: ¿Qué esperas que el público piense o sienta al ver el corto?

ÁL: Pues lo que quieran sentir o pensar, pero quizás una mezcla de emociones:
incomodidad, reflexión, y empatía… que los lleve a cuestionar sus propias
percepciones y prejuicios, y a reflexionar sobre las desigualdades y las dinámicas
de poder que damos por sentadas en nuestra vida cotidiana. La incomodidad que
puede surgir del enfrentamiento entre los personajes igual es un vehículo para abrir
preguntas importantes. Luego, pues a nivel personal, sí que creo que todos,
independientemente de nuestras circunstancias o posiciones en la vida,
compartimos una humanidad común. Para mí, como resultado de la experiencia
–dentro y fuera del proyecto-, pues habla de la necesidad de reconocimiento, de que
la gente sea agradecida, de no dejarse abusar y alejarse de lo tóxico y de los
bullies, en definitiva, de la lucha por la dignidad.

Ha dicho que quizás el único racismo real sea el económico. ¿Puede expandir
un poco esta idea y cómo cree que se refleja en La Gran Obra?

Me refiero a que muchas desigualdades asociadas a raza o cultura tienen raíces en
el acceso limitado a recursos y oportunidades. No es sólo el color de piel, el racismo
económico define quién tiene privilegios y perpetúa exclusiones basadas en la falta
de poder adquisitivo. En el corto, esta desigualdad se manifiesta en cómo los menos
favorecidos son percibidos como inferiores o amenazantes, no por quiénes son, sino
por su posición económica. No sé, igual esto invita al espectador a reflexionar sobre
sus prejuicios más sutiles y cotidianos, que muchas veces pasan desapercibidos,
pero que afectan profundamente nuestras relaciones y percepciones.

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NF: Este corto marca tu tercera participación en Sundance en competición oficial.
¿Cómo ha evolucionado su manera de hacer cine desde sus primeros trabajos
hasta ahora?

ÁL: Pues creo que aunque podría decirse que mi forma de hacer cine ha evolucionado
en términos de madurez y precisión narrativa, creo que hay una consistencia
temática y quizás estilística que conecta muchos de mis trabajos. Si analizamos por
ejemplo mi primera selección, Odysseus’ Gambit, que se centra en la figura de
Saravuth, un sintecho camboyano que intenta ganarse la vida jugando al ajedrez en
la ciudad de los ricos y los rascacielos, con un tono a veces pícaro y granuja, pues
podemos encontrar ciertos paralelismos con La Gran Obra, incluso en el
planteamiento del ajedrez que comentaba. Luego, Godka Cirka (Un Agujero en el

cielo), aunque aborda un tema tan serio como la ablación, comparte el uso de un
tempo pausado y composiciones cuidadas, algo que sigo explorando en El Cuarto
Reino –aunque este último no fue seleccionado en Sundance, fue realizado con el
apoyo del Sundance Documentary Fund y retrata a un grupo de recolectores de
latas, personajes marginales que también son underdogs, con un tono que oscila
entre lo irónico y lo onírico –o surreal. Esta mezcla de elementos también se
encuentra en trabajos como (En)terrados u Only Solomon Lee, donde además
utilizamos esos ángulos cartesianos y una cámara estática, como nos aconsejaba
Chantal, insistiendo en que debía pensar el plano y también el fuera de campo…
son todo técnicas que contribuyen a una narrativa más contemplativa. Yo creo que
en este sentido, La Gran Obra no solo sigue esa línea, sino que parece recoger
personajes y sensibilidades de mis trabajos anteriores, como si fueran parte de un
universo coherente. Lo que quizás ha cambiado con los años es mi confianza en
permitir que las historias respiren, dejando espacio para la ambigüedad y confiando
más en el poder de lo visual y lo simbólico. Creo que esta evolución mantiene mi
voz como cineasta, mientras que la consistencia temática refuerza un estilo personal
que se ha ido consolidando a lo largo de mi filmografía.

la gran obra

NF: Para finalizar, La Gran Obra ha sido preseleccionada para los Premios Forqué
y continúa su recorrido por festivales.
¿Qué ha sentido con este reconocimiento?

ÁL: Pues estar nominado a los Forqué me hizo mucha ilusión, ya que los reconocimientos pues
siempre ayudan a hacer realidad el próximo proyecto. Y a nivel personal, pues la verdad es
que el prestigio es la recompensa que saco de un corto por el que me siento orgulloso de
haberlo dado todo y del que, como el resto del equipo, no cobro nada. Pero por desgracia la
alegría no duró mucho, ya que vino acompañada de otros temas de los que no me apetece
hablar, pero que se siguen dando en el cine, aunque tras vivir tanto tiempo en Estados
Unidos, me sabe mal reconocer que siempre los he notado más en España –país
maravilloso, pero en ocasiones dividido, y con tendencia a dispararse en el pie. Lo que sí
puedo decir, y no por los Forqué, a los que agradezco mucho la nominación, es que más allá
de los reconocimientos, está la propia dignidad de cada uno, y que los comportamientos
abusivos no deberían tener cabida ni en nuestra profesión ni en la sociedad.

NF: ¿Cuáles son sus próximos pasos con la película y en qué otros proyectos está
trabajando actualmente?

ÁL: Pues ya no creo que queden muchos pasos que dar con el corto. A ver si hay suerte con las
nominaciones y los premios, y si no, pues no pasará nada. Para mí ya ha hecho su recorrido
y lo hicimos lo mejor que pudimos, independientemente de lo que suceda en los próximos

meses. Sobre mis futuros proyectos, estoy trabajando ya en mi próximo largometraje con el
título provisional “Entre la piedra y el martillo”, que rodaremos el año que viene.

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